viernes, 5 de junio de 2015

Y tú... ¿Eres de Yoda o de Spock?

Ego confiteor: Padawan de la Fuerza por la gracia de los Midiclorianos, pero por otra parte, me gustan las aventuras de la NCC-1701 en sus diferentes viajes y pesares por el espacio, la última frontera. 

Hay quien diga: "yo de eso no entiendo" o "paso de la ciencia ficción". Pero no nos engañemos... Star Trek y Star Wars son fenómenos tan universales que traspasan los límites de la galaxia y las más férreas barreras anti ficción del más recalcitrante de los críticos al tema. 

Los Universos de George Lucas y de Gene Roddenberry son diametralmente opuestos en su similitud.

Uno, el de Star Wars, narra el inicio y el final de la guerra civil en una Galaxia muy, muy lejana, mientras que el protagonizado por los tripulantes de la Enterprise narra la expansión, en principio pacífica, de los límites de una alianza galáctica en la que está integrada la Tierra y que tropieza con sus "vecinos" de otras "naciones estelares" (Klingons y Romulanos principalmente).

En el plano de personajes, los principales siempre son, invariablemente, seres humanos o como mucho, antropomórficos... aunque los dos auténticos centros de los universos "trekki" y "Jedi" son dos personajes que no son humanos: Yoda y el Señor Spock.

¿Qué los convierte en símbolo de ambos (y a veces enfrentados) mundos?

Yoda es el eje en torno al que giran los caballeros Jedi y la Fuerza, alma de la (por ahora) heptalogía galáctica.

Maestro de los caballeros Jedi, presidente del Consejo (Gran Maestre si lo trasladamos a las Órdenes de Caballeros tradicionales), de Yoda nos engancha su aspecto de anciano medio turulato -en la antigua trilogía- y su curiosa forma de hablar, cambiando el orden en las frases, de las que un ramillete ha pasado de friki en friki hasta convertirse en virales.

No obstante, de este personaje me quedo con la siguiente cita:
-"La guerra no le hace a uno poderoso".

Spock, en cambio, no aparece como un gran líder, de hecho es el Oficial Científico de la USS Enterprise (más o menos tercer oficial en la escala de mando en un navío de exploración científica) pero llegó a ser el símbolo de la cosmogonía de Star Trek por su expresión fría, sus razonamientos lógicos extremos, su aspecto "élfico" y sobre todo, por su peculiar saludo (que sé imitar, por cierto)

Pero es en la muerte de ambos personajes donde reside mi predilección por la creación de George Lucas... porque ambos personajes estiran la pata. Uno, Spock, en acto de servicio, sacrificándose él para salvar a sus compañeros, mientras que Yoda muere "de viejo", derrotado y exiliado... Sí, por eso mismo, porque se marcha del mundo sin estridencias, con la naturalidad de que "El día termina y la noche debe comenzar. Así es el orden de las cosas, el orden de la Fuerza"

Además, A Spock lo resucitan "de mala manera" porque en su momento la saga Star Trek quedaba bastante huérfana sin su personaje.

Además, me gusta Star Wars porque es un poco culebrón familiar, con el auge, caída y "resurrección moral" del patriarca, Anakin Skywalker, único personaje que aparece, de momento en todas las películas (junto con R2 D2 y C3 PO).

No obstante, en los últimos tiempos, mis preferencias extraterrestres orbitan en torno a la resurrección de otro mito...

Hablaré de esta otra serie más adelante, pero os adelanto que lo que me engancha de ella (de la serie) es el tratamiento "shakesperiano" de los personajes... que poseen tantas luces como sombras, sean "buenos" o "malos".

Que la Fuerza os acompañe...





Catorce años

Hoy, novedad. Voy a contar un cuento:




“Nos dijimos adiós / pasaron los años / volvimos a vernos / una noche de sábado...” (Cómo hablar – Amaral)

Reconozco que aquello me hizo gracia. Justo cuando detenía el coche en la Plaza (una de esas escasas veces que se te aparece la virgen a la hora de aparcar en Cáceres), empezaba a sonar la cancioncita de marras y se me coló un pensamiento acerca de la coincidencia de situaciones. Hacía años que no la veía. Concretamente catorce. Y ese día de septiembre del año 2001, sábado para más señas y a las nueve de la noche, estaba tan nervioso como aquel día en que quedamos a solas por primera vez, en aquel mismo escenario.
Nuestra historia fue breve, tanto como un verano escolar y el olvido, largo. Tanto como catorce años y algunos días.
En todo ese tiempo apenas tuvimos un breve contacto visual, unos minutos en un hospital de Madrid. El resto, dos o tres referencias a través de terceros. Ella tenía una nueva familia y no era cuestión de recordarle lo sucedido aquel tierno verano adolescente.

“Otro país, otra ciudad, otra vida / pero la misma mirada felina...”

No había cambiado ni la ciudad  ni el país, pero el caso es que aquella noche de sábado, catorce años después, todo era diferente. No era el mismo Cáceres que conocíamos y nuestra vida no era ni parecida a la que teníamos por aquel entonces. Casi se podría decir que habían pasado dos vidas en lugar de media.
Lola, la culpable de que el morbo por verla se saliera de todas las tablas y medidas conocidas, me la había estado vendiendo durante los últimos días como si estuviera en Rebajas. Lo que no sabía es que a mí también me habían vendido como a una camiseta de la temporada anterior.

¿La reconocería? Estaba convencido de que sí. Y allí estaba, en la “Dehesa de Santa María”, sentada en una mesita de la terraza, con un vaso de coca-cola delante y rodeada por dos de sus hermanas, las mellizas y las parejas respectivas de éstas.


¿Me reconocería ella? Pues sí, porque apenas me vio, levantó la mano y la sacudió frenéticamente, en aquel gesto tan suyo para llamar la atención. Bueno, tan suyo y de miles de millones de seres humanos y algunas especies de simios.
Educadamente, nos dimos los dos besos de rigor, me presentaron a los dos muchachotes que ejercían de novios de las mellizas y me senté con ellos. Lo cierto es que el que estuvieran allí las hermanas me descolocó un poco, pero decidí aguantar y ser una persona educada.
La oportunidad de charlar a solas se nos presentó cuando las mellizas y sus muchachotes decidieron ir a bailar a la Madrila y no cabíamos todos en el mismo coche.

“A veces te mataría / otras en cambio te quiero comer”

Y nos comimos a besos. Así, sin cruzar apenas un par de frases acerca de lo bueno que era el que nos volviéramos a ver. Olvidamos la Madrila y sus locales para irnos cerca, al lugar donde comenzó y terminó todo.
Fue ella la que sacó el tema de su fracasado matrimonio y el de la ruptura de aquel romance de juventud.
-Fuiste muy maduro. No todos a los que su novia le deja por otra chica reaccionan con la misma serenidad que demostraste.
-¿qué querías que hiciera? Además, la procesión fue por dentro. Me dejaste... me dejasteis bien jodido Lola y tú.
-Yo... bueno, lo sentí mucho... pero mira... la vida da tantas vueltas...
-Ya. Tú, casada y divorciada y Lola, a punto de pasar por la vicaría.
Nueva tanda de besos y una hora después, menos de una hora después, compartíamos cama en mi casa.

La que más satisfecha parecía con aquella situación era Lola, que se había imaginado perfectamente dónde estábamos y lo que habíamos estado haciendo, ya que se presentó en casa por la mañana, cargada de churros. ¿Acaso le remordería la conciencia por lo sucedido catorce años atrás?; lo dudo, porque Lola también sabía que aquello duraría lo que tardase en llegar el exmarido.
No porque Ella estuviera enamorada de él, que nunca lo estuvo, ni porque él quisiera volver con ella, sino porque harían el paripé de familia feliz y bien avenida delante de todo el mundo en la boda de Lola y que a mí esa situación no me iba a gustar un pelo... y menos si, como había pasado la noche anterior y pasaría en las dos noches siguientes, terminábamos la jornada en la misma cama.
El caso es que Lola acertó. Cuando planteé a mi recuperado amor de adolescencia si le parecía bien que en la boda estuviéramos juntos, ella me soltó lo que pensaban hacer. Me dijo que no querían que la abuela de ella se llevase el disgusto de su vida, ya que no sabía que se habían separado y divorciado hacía ya dos años y la buena mujer, a la que no le quedaba mucho tiempo, no perdía la esperanza de ver un biznieto entre sus brazos.
El disgusto, por supuesto, me lo llevé yo. Discutimos. Y hay cosas por las que uno pasa, pero la hipocresía y el aparentar lo que no se es...
No volví a  verla hasta el momento de la boda, en una bonita iglesia de la parte antigua de Cáceres. En el banquete posterior me tocó en la misma mesa  que la abuela, ya que ambos guardamos parentesco con Lola.
-Me da mucha pena mi nieta- me confesó la mujer mientras ella y su “marido de ocasión” salían a bailar.
-¿Por qué? Está casada, es feliz, tiene un buen trabajo...
La buena señora Encarna me miró de arriba abajo, como si yo fuera tonto.
-¿Pero tú también te has creído ese cuento? Mira, esos dos no se quieren. Nunca se han querido... y hace ya dos años que se divorciaron. Es una lástima. Casi hubiera preferido que mi nieta hubiese andado con mujeres que con ese cencerro... con mujeres o contigo, como esta semana pasada.
Por supuesto, las confesiones de la abuela Encarna me dejaron totalmente “offside”. ¿Qué pensaría “la nieta” cando se enterase de que la abuela lo sabía todo?
Al día siguiente de la boda volvimos a vernos, le expliqué el suceso, que ya no cabía el disimulo, nos reconciliamos y nos estuvimos viendo durante un mes largo, hasta que nuestras vidas nos reclamaron lejos de Cáceres.
¿Tendrán que pasar de nuevo catorce años para que se vuelvan cruzar nuestros caminos?

“... la guerra ha acabado / pero las hogueras no se han apagado aún...”
(Cómo hablar - Amaral)


Viejas Tácticas en Nuevas Tecnologías

Mi estimado Marcos Iriarte ha vuelto a publicar en elmundo.es un artículo sobre los e-ligoteos, haciendo esta vez hincapié en la "desigualdad" que hay entre mozos y mozas a la hora de tener beneficios en estos escarceos, red mediante. 

Y el asunto está en ¿Y esto no pasaba antes de existir Meetic, E-Darling o la más escandalosa Ashley Madison (para casados o emparejados que desean hacer un paréntesis físico)?

Pues claro que sí. Cualquier garito de previo pago para acceder al interior y pasar un rato entre bailes y copas, facilitaba el acceso a mozas y gravaba el acceso a los mozos, especialmente si iban solos.

En ese sentido, recuerdo la discoteca Hexágono, en San Sebastián de los Reyes (junto a lo que fue la comisaría de policía, en los bajos del extinto cine Navacerrada y a espaldas del almacén del pub donde mi primera follamiga y yo nos dimos el primer desahogo pocos años después de esto que narro).

Pues bien, Hexágono cobraba sólo la primera copa a las chicas que iban solas, si iban dos chicas o un chico con dos chicas, las entradas estaban al 50% y si las chicas iban de a cuatro o más de cuatro con uno o dos chicos en el grupo, las entradas las cobraban al 25%... pero cuando los chicos íbamos solos o con otros del sexo (que allí dentro se convertía en el) enemigo, el precio era del 200%, aunque con dos copas.

Pocos irían, ¿no? PUES NO... ni mucho menos. De hecho, solíamos remolonear en la puerta y si había sospecha de que esa noche la cosa se había convertido en lo que se conoce vulgarmente por un "campo de nabos", nos pirábamos a los garitos, por aquel entonces incipientes, del entorno del "Foro" o la zona de "Desguace" en Alcobendas. 

O sea y volviendo al tema del e-loqueseaquesalga, es normal y hasta bueno que los mozos paguen limita el horticulturismo virtual y equilibra el porcentaje de "capitanes salami" en busca de pinchito con el de chicos que más o menos se toman en serio el asunto.

Si alguien se escandaliza por esto, es que pocas discotecas ha pisado en solitario.