Cada uno tiene los suyos, por supuesto y no pretendo que nadie se sienta identificado con los míos (faltaría más, Zar Nicolás), pero lo en lo que creo que todos estamos de acuerdo es que hay pequeñas cosas, a veces ridículas para los demás, que nos proporcionan unos segundos, minutos u horas de éxtasis personal.
Y no me refiero a que nos sorprendan con un masaje cervical "comme il faut" (eso es un Gran Placer), sino a pequeñeces, como que con la caña del mediodía te pongan una alita adobada (de pollo), de la que roes hasta los menudillos de la última chispita de hueso, esos dos lacasitos (o monedas) que se te cayeron anoche entre los pliegues del sofá mientras veías una película, que buscaste como un poseso y descubres a la mañana siguiente mientras pasas la aspiradora... la lista es enorme, variada e inevitablemente ridícula para otros que no comparten esas pequeñas cosas.
Por ejemplo, hoy, falso domingo previo al viernes de "cine club", comentaba yo por el Whatsapp que había localizado un puesto de montaditos grandes (de tamaño más o menos como dos de los que ponen en "Los 100 montaditos") a 1 euro en la estación de Moncloa. El Euro me da lo mismo, porque hubiese pagado tres por el ratito en el que me he sentado a comerlo, tranquilamente, a la sombra, con un aire fresquito en la cara y ver que Yoli, mi mujer, sacaba de su bolso ¡UN SOBRE DE MAYONESA de la última vez que fuimos a un burger! -no, no había caducado porque fue a últimos de marzo por el cumpleaños del niño-.
Un poco de mayonesa, sobre un trozo de tortilla de patata bien hecha y disfrutada en un sitio agradablemente fresco en un día de calor os juro que es una de esas cosas que me ponen del revés.
Me dio igual que hubiese un ruido horrible de tráfico y que el sitio estuviera plagado de mierda, resultado del botellón de la noche anterior, pero esos dos minutillos en los que tardé en pulirme el mini bocadillo fueron uno de esos momentos maravillosos.
Ayer, miércoles víspera de domingo, el ratito agradable lo puso el MP3, que escupió una música casi olvidada, pero que me trajo muchos recuerdos y justo en el momento en el que el camino se hace cuesta abajo y te olvidas de pedalear. Hay a quien no le diga nada el nombre de "Spagna", ni posiblemente "call me" pase de ser el imperativo del verbo "to call" más el pronombre de primera persona, pero la conjunción de Spagna+Call a mí me retrotrae a un tiempo pasado en el que, pese a que estaba en un colegio religioso y con visos de acabar ensotanado, fue el tiempo de los primeros besos a escondidas y de primeras "prácticas" de... "jugar a médicos". Esta canción, reproducida en el radiocasette de ella, era la "contraseña" para cruzar la calle y reclamar alguno de aquellos besos.
Como decía, hay miles de pequeños placeres que dan pie a momentos "gigantes". Seguro que tú, que has aguantado hasta esta línea del blog, tienes los tuyos propios. Búscalos en tu memoria, que seguro que hoy has pasado por alguno de estos maravillosos lapsos de tiempo.